Cuándo sucede el arte (Parte 5)
Entrevista con Mónica Mayer y Víctor Lerma, Archivo Pinto mi Raya
Pinto Mi Raya es un complejo y cambiante proyecto de los artistas visuales Víctor Lerma y Mónica Mayer. Surgió en 1991 como galería de autor, luego servicio hemerográfico, estación de radio, colectivo artístico, editorial, obra de arte… Es probablemente el archivo público sobre políticas y dinámicas culturales más importante del país. Conformado principalmente por notas periodísticas y de opinión respecto a las artes visuales. El archivo ha nutrido innumerables investigaciones independientes, publicado revisiones sobre temas de interés contracultural y sobre la práctica de los llamados no-objetualismos.
Concebido como una intervención en el sistema cultural. Tiene la utilidad de concentrar informaciones específicas para la conformación de narrativas de la historia del arte contemporáneo mexicano. Pinto Mi Raya es un intrincada pieza artística que ha crecido orgánicamente con las vidas -y el espacio- de Víctor y Mónica. En su casa los muros han sido casi sustituidos por libreros y a simple vista no se aprecian espacios sin información. Ellos suelen referirse a Pinto Mi Raya como El archivo que se comió una casa.
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¿Desde un principio concebían a Pinto Mi Raya como un proyecto conformador de historia?
M: Creemos que el trabajo se hace en las comunidades y nuestra comunidad es la artística. A principios de los 90 empezamos a ver el desarrollo de agentes que empezaron a formular foros y plataformas -como la Farco y el FITAC- que se ocupaban de ver qué se podía conformar, cómo se debía conformar, qué problemas había, cómo se iba a fortalecer la escena artística. Así mismo nació Pinto Mi Raya, como un proyecto para lubricar el sistema artístico. En Ciudad de México hay unos 30 periódicos pero nos dimos cuenta de que se publicaba muy poco sobre arte contemporáneo. Empezamos a hacer un servicio de prensa -que no un archivo porque no se nos había ocurrido-, pensamos que hacía falta reunir todo el material de opinión sobre artes visuales y que se pudiera comparar, que se entablara un diálogo con él en el medio cultural. Al rato ya alguien nos sugirió “porqué no le ponen un índice” y más tarde “porqué no lo clasifican en volúmenes”. Creo que en un principio no teníamos muy claro el material que se iba a conformar, pero -como artistas latinoamericanos muy enfrentados con la invisibilidad- sí teníamos claro que era importante recoger estas memorias. Para nosotros el archivo es un acto político, es reunir a todos los que están discutiendo y no que cada uno lo haga por su lado.
¿Qué implicaba el mayor obstáculo en la conformación de memorias? ¿Éste venía de la comunidad artística, de las políticas de Estado?
M: No es tanto que hubiera un obstáculo, más bien no había quien detectara el problema y lo resolviera. Probablemente el trabajo de recopilación que hemos hecho nosotros lo habrían tenido que hacer las instituciones. Algunos investigadores lo intentaban pero tenían que comprar ellos mismos todos los periódicos y lo dejaban. Nosotros tuvimos la suerte de que Víctor es obsesivo compulsivo -jajaja- y tuvo la disciplina de continuar y guardar el archivo durante 24 años.
V: El Estado no implicaba un impedimento como tal. No es que acaparara nada. En ese entonces existía un sistema de concentración y distribución de la información de prensa al rededor de él, de lo que sale del Estado. Sin embargo, no hacía ninguna clasificación. A artes plásticas les tocaba lo de música, a danza lo de teatro. Todo estaba como un archipiélago, revuelto. Tal vez ese era el impedimento. Como respuesta nuestro trabajo era muy específico.
¿Cómo permea su trabajo como artistas visuales en su contacto con el archivo?
V: El archivo es una herramienta. Si a los de la generación de la ruptura les interesó hacer un museo para mantenerse en la historia cultural mexicana. A nosotros -la generación de los 70’s- nos interesa el archivo porque es una memoria que siempre podremos tener a mano, porque no es de naturaleza efímera como nuestra obra.
M: En ese sentido el archivo hemerográfico es una acción, en el sentido de echar a andar un proceso más que una acción performática. Estamos reuniendo algo para que suceda algo. Arte conceptual aplicado. Por ejemplo, invitábamos a los periodistas a producir arte y a los artistas a que escribieran en el periódico. Tratábamos de reunir las partes y que funcionaran un poco mejor.
Han hecho publicaciones sobre temas especializados como políticas culturales y arte y género, ¿Cómo deciden cuándo es oportuno hacer una revisión así?
M: Esas ediciones tuvieron sus inicios en libros de artista orientados temáticamente, con toda la mala intención de que sea eso lo que se investigue. Así hicimos el de mujeres artistas y el de performance, son los temas que más nos interesan. El de políticas culturales, es el más divertido creo yo. ¡Es el puro chisme! Es en lo que hemos estado, nos interesa como otro tipo de pleito. A veces el proceso no es tan esquemático y da la casualidad de que alguien de servicio social está haciendo su tesis sobre fotografía, entonces hacemos un compendio de fotografía para sacar provecho los dos.
V: Se podrían hacer de más cosas: pintores, escultores, etcétera. Pero cada uno es mucho trabajo, requiere el peinado -prácticamente manual- de más de 40 mil artículos. Otros temas como el performance lo conocemos bien en el archivo y en la práctica.
El proyecto no sólo acumula y sistematiza, si no que ha tenido un amplio programa de donación y difusión, ¿es una estrategia que ofrece mayor longevidad a sus memorias?
M: No es tanto porque perdure, tiene que ver más con problemáticas que identificamos. En el caso de la donación siempre hemos pensado que si te dan una beca debe implicar un beneficio público, no sólo individual. A los patrocinadores también les interesa que el archivo se disemine, no que permanezca aquí estático. Pero pasan cosas, por ejemplo, cada año estábamos en nuestro puesto en Zona MACO y los chavos de La Esmeralda se nos acercaban diciendo “Ay, qué padre. Quiero comprarme un libro pero no me alcanza”…, ¡pero si está en la biblioteca de tu escuela! Nos fuimos dando cuenta de que eso era un problema, además de donar hay que estar señalando constantemente dónde están los archivos. No sé cómo funcione en las otras bibliotecas pero en San Carlos y La Esmeralda están los archivos y nadie los consulta. Los maestros tampoco saben que existe.
Pinto Mi Raya ha mantenido una relación constante con financiamientos públicos y privados para procurar su manutención, ¿cómo ha sido la relación entre ustedes?
M: Es una chinga, es difícil pero no lo veo necesariamente mal, están ahí para defender a la sociedad y exigir que se hagan las cosas. Nosotros siempre somos muy obsesivos y ordenados, entregamos todo a tiempo. Pero siempre hay momentos en que necesitas una prórroga porque el libro que ibas a publicar ya no consiguió el otro financiamiento, tienes que buscar a otra asociación para los trámites, que en el FONCA te restan los impuestos…, cosas por el estilo. En nuestras primeras becas no más nos daban la lana y ya. Se ha ido complicando pero no hay de otra, en la instancia privada y la pública es igual.
V: El Estado puede ser generoso pero debes saber defender y negociar tus proyectos, a veces sus condiciones cambiantes, como las fiscales, no te permiten cumplir en sus términos y hay que dárselos a entender.
Me imagino que ha sido un reto mantener al archivo tecnológicamente vigente, ¿cuál es su estrategia para conservar sus distintos formatos?
V: Ser abiertos, la tecnología y el archivo son herramientas, como artista visual dependes de eso.
M: Todo el archivo está en papel, los compendios están digitalizados pero creo que por lo pronto es importante mantenerlo en papel. Estamos igual que las instituciones, sale muy caro o es una bronca pasar una cosa a la otra. Aprovechamos los acuerdos siempre que podemos, nuestro programa de radio nos lo digitalizaron en Ex Teresa y nos dieron una copia, también en canal 22 nos dieron copias de material. El problema de la tecnología es muy serio y el cambio es muy rápido. En lo que pasan las décadas y esto se estabiliza, mucho material se perderá o quedará encriptado en su formato original. El hecho de que se suba a la red no asegura nada, nosotros lo vemos, información de la que sólo tenías el link y ya no la encuentras. Tal vez después exista una arqueología para esto.
¿En qué mutaría el archivo en el caso de que ustedes ya no puedan administrarlo?
V: Hay dos situaciones: Una, si no se logra que el archivo completo llegue a una institución nuestros hijos lo queman.
M: Nos amenazaron. ¿Porqué les tendríamos que dejar esa chamba a ellos? ¡Tienen razón!
V: La otra es apoyarnos en la tecnología y que el archivo se quede como un elemento más en la red, digo, no pretendemos que así tenga una gran trascendencia, sin embargo internet y las categorías del cyberespacio son archivo en sí.
M: Por el archivo hemerográfico no hay cuete, ya está en varias bibliotecas. Lo interesante está en el resto del archivo. Por ejemplo, hay 250 mil noticias que recopilamos hasta 2008. Hay muchos catálogos, revistas y publicaciones que la gente nos sigue dando porque -erróneamente- creen que todo lo tenemos resuelto. También está lo que sería más propiamente el archivo de Pinto Mi Raya, todo lo que se ha escrito y hemos escrito sobre el proyecto, material de los proyectos específicos, expedientes. Esa parte valdría la pena que llegara a una institución pública.
¿Notan alguna genealogía entre ustedes y otros agentes archivísticos?
M: No sé si haya una influencia directa, muchos nos conocen y muchos no. Lo que sí te puedo decir es que uno se va encontrando trabajos de artistas que están asumiendo el hacer archivos, rastrear la historia, hacer archivos de arte, archivos a manera de arte. Hacer historia del arte en los lugares donde no la hay, donde nadie la guardó o es inaccesible. Es interesante ver a estos artistas jóvenes que trabajan el archivo como material y como dispositivo.
Qué pasaría sin agentes que rescaten la historia reciente del arte, ¿Se perdería invariablemente?
V: Somos una sociedad oral, por ende la historia no se pierde. Tal vez lo que no se forma es una verdad absoluta que se pueda analizar . Lo que yo veo es que se ha hecho un rescate de lo que se había venido haciendo, hay una necesitad de las nuevas generaciones inquietas, se dan cuenta que hay un desarrollo del arte contemporáneo históricamente hablando.
M: El ego tiene mucho que ver con esas batallas: El “Yo considero que esta historia es importante y entonces la voy a promover”, con ese ímpetu muchas historias se pierden porque no hubo quien les defendiera. Ahí estoy yo con el trabajo del feminismo y de las mujeres artistas, es mi causa política. Si no hay quien lo pelee se pierde. En ese sentido es una lucha de poder.
¿Les parece que podemos hablar de una cierta historiografía del arte contemporáneo mexicano a través de su archivo?
M: No nada más a través del nuestro. Hay muchos archivos con mucho material e historias que contar. Aún falta demasiado trabajo para inventar las narrativas de lo que ha pasado. La Era de la Discrepancia por ahí complejizó un poco la narrativa que era tan simplista. Hay mucho material y versiones que rastrear.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
16 de junio de 2015
Entrevista con Mónica Mayer y Víctor Lerma, Archivo Pinto mi Raya
Pinto Mi Raya es un complejo y cambiante proyecto de los artistas visuales Víctor Lerma y Mónica Mayer. Surgió en 1991 como galería de autor, luego servicio hemerográfico, estación de radio, colectivo artístico, editorial, obra de arte… Es probablemente el archivo público sobre políticas y dinámicas culturales más importante del país. Conformado principalmente por notas periodísticas y de opinión respecto a las artes visuales. El archivo ha nutrido innumerables investigaciones independientes, publicado revisiones sobre temas de interés contracultural y sobre la práctica de los llamados no-objetualismos.
Concebido como una intervención en el sistema cultural. Tiene la utilidad de concentrar informaciones específicas para la conformación de narrativas de la historia del arte contemporáneo mexicano. Pinto Mi Raya es un intrincada pieza artística que ha crecido orgánicamente con las vidas -y el espacio- de Víctor y Mónica. En su casa los muros han sido casi sustituidos por libreros y a simple vista no se aprecian espacios sin información. Ellos suelen referirse a Pinto Mi Raya como El archivo que se comió una casa.
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¿Desde un principio concebían a Pinto Mi Raya como un proyecto conformador de historia?
M: Creemos que el trabajo se hace en las comunidades y nuestra comunidad es la artística. A principios de los 90 empezamos a ver el desarrollo de agentes que empezaron a formular foros y plataformas -como la Farco y el FITAC- que se ocupaban de ver qué se podía conformar, cómo se debía conformar, qué problemas había, cómo se iba a fortalecer la escena artística. Así mismo nació Pinto Mi Raya, como un proyecto para lubricar el sistema artístico. En Ciudad de México hay unos 30 periódicos pero nos dimos cuenta de que se publicaba muy poco sobre arte contemporáneo. Empezamos a hacer un servicio de prensa -que no un archivo porque no se nos había ocurrido-, pensamos que hacía falta reunir todo el material de opinión sobre artes visuales y que se pudiera comparar, que se entablara un diálogo con él en el medio cultural. Al rato ya alguien nos sugirió “porqué no le ponen un índice” y más tarde “porqué no lo clasifican en volúmenes”. Creo que en un principio no teníamos muy claro el material que se iba a conformar, pero -como artistas latinoamericanos muy enfrentados con la invisibilidad- sí teníamos claro que era importante recoger estas memorias. Para nosotros el archivo es un acto político, es reunir a todos los que están discutiendo y no que cada uno lo haga por su lado.
¿Qué implicaba el mayor obstáculo en la conformación de memorias? ¿Éste venía de la comunidad artística, de las políticas de Estado?
M: No es tanto que hubiera un obstáculo, más bien no había quien detectara el problema y lo resolviera. Probablemente el trabajo de recopilación que hemos hecho nosotros lo habrían tenido que hacer las instituciones. Algunos investigadores lo intentaban pero tenían que comprar ellos mismos todos los periódicos y lo dejaban. Nosotros tuvimos la suerte de que Víctor es obsesivo compulsivo -jajaja- y tuvo la disciplina de continuar y guardar el archivo durante 24 años.
V: El Estado no implicaba un impedimento como tal. No es que acaparara nada. En ese entonces existía un sistema de concentración y distribución de la información de prensa al rededor de él, de lo que sale del Estado. Sin embargo, no hacía ninguna clasificación. A artes plásticas les tocaba lo de música, a danza lo de teatro. Todo estaba como un archipiélago, revuelto. Tal vez ese era el impedimento. Como respuesta nuestro trabajo era muy específico.
¿Cómo permea su trabajo como artistas visuales en su contacto con el archivo?
V: El archivo es una herramienta. Si a los de la generación de la ruptura les interesó hacer un museo para mantenerse en la historia cultural mexicana. A nosotros -la generación de los 70’s- nos interesa el archivo porque es una memoria que siempre podremos tener a mano, porque no es de naturaleza efímera como nuestra obra.
M: En ese sentido el archivo hemerográfico es una acción, en el sentido de echar a andar un proceso más que una acción performática. Estamos reuniendo algo para que suceda algo. Arte conceptual aplicado. Por ejemplo, invitábamos a los periodistas a producir arte y a los artistas a que escribieran en el periódico. Tratábamos de reunir las partes y que funcionaran un poco mejor.
Han hecho publicaciones sobre temas especializados como políticas culturales y arte y género, ¿Cómo deciden cuándo es oportuno hacer una revisión así?
M: Esas ediciones tuvieron sus inicios en libros de artista orientados temáticamente, con toda la mala intención de que sea eso lo que se investigue. Así hicimos el de mujeres artistas y el de performance, son los temas que más nos interesan. El de políticas culturales, es el más divertido creo yo. ¡Es el puro chisme! Es en lo que hemos estado, nos interesa como otro tipo de pleito. A veces el proceso no es tan esquemático y da la casualidad de que alguien de servicio social está haciendo su tesis sobre fotografía, entonces hacemos un compendio de fotografía para sacar provecho los dos.
V: Se podrían hacer de más cosas: pintores, escultores, etcétera. Pero cada uno es mucho trabajo, requiere el peinado -prácticamente manual- de más de 40 mil artículos. Otros temas como el performance lo conocemos bien en el archivo y en la práctica.
El proyecto no sólo acumula y sistematiza, si no que ha tenido un amplio programa de donación y difusión, ¿es una estrategia que ofrece mayor longevidad a sus memorias?
M: No es tanto porque perdure, tiene que ver más con problemáticas que identificamos. En el caso de la donación siempre hemos pensado que si te dan una beca debe implicar un beneficio público, no sólo individual. A los patrocinadores también les interesa que el archivo se disemine, no que permanezca aquí estático. Pero pasan cosas, por ejemplo, cada año estábamos en nuestro puesto en Zona MACO y los chavos de La Esmeralda se nos acercaban diciendo “Ay, qué padre. Quiero comprarme un libro pero no me alcanza”…, ¡pero si está en la biblioteca de tu escuela! Nos fuimos dando cuenta de que eso era un problema, además de donar hay que estar señalando constantemente dónde están los archivos. No sé cómo funcione en las otras bibliotecas pero en San Carlos y La Esmeralda están los archivos y nadie los consulta. Los maestros tampoco saben que existe.
Pinto Mi Raya ha mantenido una relación constante con financiamientos públicos y privados para procurar su manutención, ¿cómo ha sido la relación entre ustedes?
M: Es una chinga, es difícil pero no lo veo necesariamente mal, están ahí para defender a la sociedad y exigir que se hagan las cosas. Nosotros siempre somos muy obsesivos y ordenados, entregamos todo a tiempo. Pero siempre hay momentos en que necesitas una prórroga porque el libro que ibas a publicar ya no consiguió el otro financiamiento, tienes que buscar a otra asociación para los trámites, que en el FONCA te restan los impuestos…, cosas por el estilo. En nuestras primeras becas no más nos daban la lana y ya. Se ha ido complicando pero no hay de otra, en la instancia privada y la pública es igual.
V: El Estado puede ser generoso pero debes saber defender y negociar tus proyectos, a veces sus condiciones cambiantes, como las fiscales, no te permiten cumplir en sus términos y hay que dárselos a entender.
Me imagino que ha sido un reto mantener al archivo tecnológicamente vigente, ¿cuál es su estrategia para conservar sus distintos formatos?
V: Ser abiertos, la tecnología y el archivo son herramientas, como artista visual dependes de eso.
M: Todo el archivo está en papel, los compendios están digitalizados pero creo que por lo pronto es importante mantenerlo en papel. Estamos igual que las instituciones, sale muy caro o es una bronca pasar una cosa a la otra. Aprovechamos los acuerdos siempre que podemos, nuestro programa de radio nos lo digitalizaron en Ex Teresa y nos dieron una copia, también en canal 22 nos dieron copias de material. El problema de la tecnología es muy serio y el cambio es muy rápido. En lo que pasan las décadas y esto se estabiliza, mucho material se perderá o quedará encriptado en su formato original. El hecho de que se suba a la red no asegura nada, nosotros lo vemos, información de la que sólo tenías el link y ya no la encuentras. Tal vez después exista una arqueología para esto.
¿En qué mutaría el archivo en el caso de que ustedes ya no puedan administrarlo?
V: Hay dos situaciones: Una, si no se logra que el archivo completo llegue a una institución nuestros hijos lo queman.
M: Nos amenazaron. ¿Porqué les tendríamos que dejar esa chamba a ellos? ¡Tienen razón!
V: La otra es apoyarnos en la tecnología y que el archivo se quede como un elemento más en la red, digo, no pretendemos que así tenga una gran trascendencia, sin embargo internet y las categorías del cyberespacio son archivo en sí.
M: Por el archivo hemerográfico no hay cuete, ya está en varias bibliotecas. Lo interesante está en el resto del archivo. Por ejemplo, hay 250 mil noticias que recopilamos hasta 2008. Hay muchos catálogos, revistas y publicaciones que la gente nos sigue dando porque -erróneamente- creen que todo lo tenemos resuelto. También está lo que sería más propiamente el archivo de Pinto Mi Raya, todo lo que se ha escrito y hemos escrito sobre el proyecto, material de los proyectos específicos, expedientes. Esa parte valdría la pena que llegara a una institución pública.
¿Notan alguna genealogía entre ustedes y otros agentes archivísticos?
M: No sé si haya una influencia directa, muchos nos conocen y muchos no. Lo que sí te puedo decir es que uno se va encontrando trabajos de artistas que están asumiendo el hacer archivos, rastrear la historia, hacer archivos de arte, archivos a manera de arte. Hacer historia del arte en los lugares donde no la hay, donde nadie la guardó o es inaccesible. Es interesante ver a estos artistas jóvenes que trabajan el archivo como material y como dispositivo.
Qué pasaría sin agentes que rescaten la historia reciente del arte, ¿Se perdería invariablemente?
V: Somos una sociedad oral, por ende la historia no se pierde. Tal vez lo que no se forma es una verdad absoluta que se pueda analizar . Lo que yo veo es que se ha hecho un rescate de lo que se había venido haciendo, hay una necesitad de las nuevas generaciones inquietas, se dan cuenta que hay un desarrollo del arte contemporáneo históricamente hablando.
M: El ego tiene mucho que ver con esas batallas: El “Yo considero que esta historia es importante y entonces la voy a promover”, con ese ímpetu muchas historias se pierden porque no hubo quien les defendiera. Ahí estoy yo con el trabajo del feminismo y de las mujeres artistas, es mi causa política. Si no hay quien lo pelee se pierde. En ese sentido es una lucha de poder.
¿Les parece que podemos hablar de una cierta historiografía del arte contemporáneo mexicano a través de su archivo?
M: No nada más a través del nuestro. Hay muchos archivos con mucho material e historias que contar. Aún falta demasiado trabajo para inventar las narrativas de lo que ha pasado. La Era de la Discrepancia por ahí complejizó un poco la narrativa que era tan simplista. Hay mucho material y versiones que rastrear.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
16 de junio de 2015