Cuándo sucede el arte (Epílogo)
Reconsideraciones
Formulé la serie Cuándo sucede el arte sin dejar a la suerte ninguna decisión. Cada uno de los agentes que que usted tuvo oportunidad de leer fueron elegidos con toda la malicia -como ya dijo Mónica Mayer- de que sean esos testimonios los que se estudien, y no otros. Elegí aquellos archivos que han cobrado una lenta consolidación desde el impulso personal, que asumen posturas políticas que contrarrestan la verticalidad de la narrativa contemporánea y que no pertenecen a organismos gubernamentales o conglomerados comerciales. La perspectiva del archivo artístico contemporáneo independiente y/o público era algo que me pareció pertinente para incitar conversaciones alrededor de una característica inherente al arte: su activación en un tiempo natural no lineal, su aparición en la memoria.
Me ocupé de hacer un paneo por distintos tipos de órganos y personajes, intentando no caer en el tedio de la monografía y el glosario. Entrevisté a un director de centro de documentación local, a una catalogadora de cine y audiovisual, a una jefa de biblioteca de museo, a la curadora de colección universitaria, al heredero de un mito nacional, a dos artistas setenteros y a un artista contemporáneo de proyección internacional. Cada uno se ha responsabilizado de soslayar una carencia/práctica de la memoria cultural, manifestada por métodos que van desde la aglomeración hasta el reempleo, pasando por mucha investigación. Paneo que es sumamente acotado y ha dejado fuera una de las fuerzas más poderosas en la concentración de documentos y objetos artísticos: la industria privada. Quedará pendiente ese encuentro.
A continuación unas (re)consideraciones:
1
Asistimos a la creación de memorias. Una de la cualidades de los archivos que queda clara es que éstos disciernen la historia y re-definen constantemente los conceptos del arte. El archivo como esfuerzo sistematizado de concentración ofrece a artistas, investigadores, curadores, y lectores; un primer acercamiento a realidades específicas que, de otra manera, sólo serían asequibles en el anecdotario. Los archivos son un esfuerzo del presente por permanecer latente y adquirir nuevas pertinencias en el futuro.
2
Las instituciones están rebasadas. Poco importa la relevancia reconocida de cierto autor, tema o época. Saldar las deudas históricas con la selección, conservación, administración y estudio de las memorias del arte requiere más que buena voluntad vertical. Las capacidades estructurales, financieras y profesionales de la instancia gubernamental son sencillamente insuficientes. La complejidad y cantidad de materiales inherentemente informativos requieren entusiasmo y disciplina de agentes familiares, amistades y simpatizantes para procurarse longevidad. El patrimonio no se encuentra en su enunciación, sino muy al final de un proceso de discusión del material que permanece.
3
Olas de destrucción. La historia tecnológica es tal vez el peor enemigo de la conservación. Ya sea que hablemos del inestable nitrato en el material fílmico o de los -caprichosamente- cambiantes formatos digitales, la propia materialidad de los objetos hace por sí misma gran parte de la elección de las memorias que permanecen. Aún cuando un objeto es asimilado en un espacio archivístico éste corre el riesgo de desaparecer. La garantía de dicha permanencia dependerá de una estructura de recursos y conocimientos que se concentren constantemente en el objeto como especificidad. Como menciona Itzia Fernández, catalogadora de la Cineteca Nacional, “Destruimos más material del que producimos”.
4
El reempleo como conservación. La inmaterialidad de la obra sucede siempre en nuestra memoria: Cuando mencionamos “Macario” no es necesario correr la película de Gabriel Figueroa para visualizar su imaginería. Sin embargo la apropiación física de elementos materiales y su reempleo son también modelos de conservación. Es una afirmación polémica, muchos historiadores creen que nadie tiene el derecho a destruir un documento que ha sobrevivido a las ya mencionadas olas de destrucción. Cuando de cultura se trata toda la que vemos y consumimos nos pertenece.
5
Bolos incómodos de información. La formación de archivos es un acto político. A través de ellos se apela por el estudio de una postura/práctica determinada. Sin la militancia de agentes libres a favor de manifestaciones de interés contracultural -No objetualismos, homosexualidad, género, feminismo, crítica al Estado-, muchas se hubieran diluido irremediablemente en el tiempo y permanecerían como memoria oral. Si bien la preservación de estas informaciones incómodas no garantiza la contestación a ninguna verdad histórica, sí posibilita su estudio y devela su complejidad.
6
La locura es no recordar de dónde vienes.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
7 de julio de 2015
Reconsideraciones
Formulé la serie Cuándo sucede el arte sin dejar a la suerte ninguna decisión. Cada uno de los agentes que que usted tuvo oportunidad de leer fueron elegidos con toda la malicia -como ya dijo Mónica Mayer- de que sean esos testimonios los que se estudien, y no otros. Elegí aquellos archivos que han cobrado una lenta consolidación desde el impulso personal, que asumen posturas políticas que contrarrestan la verticalidad de la narrativa contemporánea y que no pertenecen a organismos gubernamentales o conglomerados comerciales. La perspectiva del archivo artístico contemporáneo independiente y/o público era algo que me pareció pertinente para incitar conversaciones alrededor de una característica inherente al arte: su activación en un tiempo natural no lineal, su aparición en la memoria.
Me ocupé de hacer un paneo por distintos tipos de órganos y personajes, intentando no caer en el tedio de la monografía y el glosario. Entrevisté a un director de centro de documentación local, a una catalogadora de cine y audiovisual, a una jefa de biblioteca de museo, a la curadora de colección universitaria, al heredero de un mito nacional, a dos artistas setenteros y a un artista contemporáneo de proyección internacional. Cada uno se ha responsabilizado de soslayar una carencia/práctica de la memoria cultural, manifestada por métodos que van desde la aglomeración hasta el reempleo, pasando por mucha investigación. Paneo que es sumamente acotado y ha dejado fuera una de las fuerzas más poderosas en la concentración de documentos y objetos artísticos: la industria privada. Quedará pendiente ese encuentro.
A continuación unas (re)consideraciones:
1
Asistimos a la creación de memorias. Una de la cualidades de los archivos que queda clara es que éstos disciernen la historia y re-definen constantemente los conceptos del arte. El archivo como esfuerzo sistematizado de concentración ofrece a artistas, investigadores, curadores, y lectores; un primer acercamiento a realidades específicas que, de otra manera, sólo serían asequibles en el anecdotario. Los archivos son un esfuerzo del presente por permanecer latente y adquirir nuevas pertinencias en el futuro.
2
Las instituciones están rebasadas. Poco importa la relevancia reconocida de cierto autor, tema o época. Saldar las deudas históricas con la selección, conservación, administración y estudio de las memorias del arte requiere más que buena voluntad vertical. Las capacidades estructurales, financieras y profesionales de la instancia gubernamental son sencillamente insuficientes. La complejidad y cantidad de materiales inherentemente informativos requieren entusiasmo y disciplina de agentes familiares, amistades y simpatizantes para procurarse longevidad. El patrimonio no se encuentra en su enunciación, sino muy al final de un proceso de discusión del material que permanece.
3
Olas de destrucción. La historia tecnológica es tal vez el peor enemigo de la conservación. Ya sea que hablemos del inestable nitrato en el material fílmico o de los -caprichosamente- cambiantes formatos digitales, la propia materialidad de los objetos hace por sí misma gran parte de la elección de las memorias que permanecen. Aún cuando un objeto es asimilado en un espacio archivístico éste corre el riesgo de desaparecer. La garantía de dicha permanencia dependerá de una estructura de recursos y conocimientos que se concentren constantemente en el objeto como especificidad. Como menciona Itzia Fernández, catalogadora de la Cineteca Nacional, “Destruimos más material del que producimos”.
4
El reempleo como conservación. La inmaterialidad de la obra sucede siempre en nuestra memoria: Cuando mencionamos “Macario” no es necesario correr la película de Gabriel Figueroa para visualizar su imaginería. Sin embargo la apropiación física de elementos materiales y su reempleo son también modelos de conservación. Es una afirmación polémica, muchos historiadores creen que nadie tiene el derecho a destruir un documento que ha sobrevivido a las ya mencionadas olas de destrucción. Cuando de cultura se trata toda la que vemos y consumimos nos pertenece.
5
Bolos incómodos de información. La formación de archivos es un acto político. A través de ellos se apela por el estudio de una postura/práctica determinada. Sin la militancia de agentes libres a favor de manifestaciones de interés contracultural -No objetualismos, homosexualidad, género, feminismo, crítica al Estado-, muchas se hubieran diluido irremediablemente en el tiempo y permanecerían como memoria oral. Si bien la preservación de estas informaciones incómodas no garantiza la contestación a ninguna verdad histórica, sí posibilita su estudio y devela su complejidad.
6
La locura es no recordar de dónde vienes.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
7 de julio de 2015