Reagruparse
El arte contemporáneo mantiene una relación vital con el sistema institucional y con los modelos de consumo. Tanto así que podemos afirmar que no hay arte contemporáneo sin instituciones.
También creo que no hay artista contemporáneo sin un círculo de parientes, amigos y vecinos entusiastas: el amigo con automóvil que te lleva con toda tu obra a una galería fuera de la ciudad; tu abuela que te presta dinero si te falta para ir al seminario; la tía que te busca talleres de escultura en bronce para que dejes de hacer ese arte político que le resulta tan naco, etc.
Cuando digo que este grupo es de entusiastas quiero decir que no tienen estudios especializados en arte. Y seguramente poco saben de videoarte, performance, arte objeto e instalaciones. Su participación en el proyecto personal del artista es plenamente sanguínea y emocional. Como dicta nuestra naturaleza: nos desprendemos gradualmente de ellos para acercarnos a los muros y luces alógenas que imaginamos para nosotros mismos.
Es curioso cómo dos motores del arte operan casi sin conocerse. Por un lado está el museo que legitima con su criogenia; y, por el otro, la familia que posibilita con su
incubación.
Durante su formación el artista se asocia con sus compañeros, con los estímulos de su escuela, con más banda a la que le gusta lo mismo. Durante su producción se agrupa porque así aprende a disentir. Y es que en México crear frentes, colectivos o agrupaciones artísticas como estrategia de procuración y debate es tradición.
Sin tener que ir muy -muy muy- lejos tomemos al Salón Independiente como ejemplo. Un grupo de artistas que renombrados en la escena nacional declinaron participar de las
Olimpiadas culturales de 1968 en un esfuerzo por contradecir la historiografía oficial que pretendía enunciarse como moderna. Posterior a la represión del 2 de octubre, alumnos de la ENAP y La Esmeralda se reunieron en torno a otros estudiantes para apoyar en la producción gráfica de volantes y carteles. Fotógrafos, cineastas, escritores y artistas plásticas hicieron lo propio desde sus plataformas de producción.
La importancia de los “grupos” se hizo evidente casi diez años después. Helen Escobedo (en ese entonces directora del Museo Universitario de Ciencias y Artes) resolvió
enviar a cuatro colectivos -no individuos- como representantes de México en la X Bienal de Jóvenes de París. Ya en los años ochenta, este tipo de esfuerzos reclamaban plenamente al espacio público como espacio de discusión. Y se procuraban sus propios y vírgenes públicos. Los Fotógrafos Independientes organizaban exposiciones callejeras en la Zona Rosa mientras que los de Março formulaban poemas urbanos con los transeúntes. "4
En los 90’s se orquestó un cambio de paradigma en el tránsito de informaciones e individuos atraído por el TLC y su supuesta nueva modernización. México se presentaba
como una posible base de operaciones para un circuito de arte global. Artistas jóvenes con distintos recorridos geográficos y sus jóvenes amigos extranjeros comenzaron a congregarse y a atraer públicos hacia espacios físicos. Pliegues entre propiedad privada e irreverencia que contaban con sus propios programas curatoriales. Gestionaban sus recursos y hasta emitían publicaciones de corto tiraje. La reacción de la historia oficial fue pasarlos por alto. Y muchas veces subestimados por el gremio artístico debido a su origen económico: nada humilde. Sin embargo, la persistencia de grupos-espacios como La Quiñonera, La Panadería y Temístocles 44 son importantísimos para comprender el modus operandi del arte contemporáneo en nuestro país.
Lo que me queda claro sobre la importancia de los grupos mexicanos en la historia reciente es su continuidad vía la formación. La formación de públicos y de nuevos artistas. El No Grupo preparó para todos el terreno para el ejercicio de los llamados no objetualismos. Polvo de Gallina Negra transgredió fuertemente la santidad de espacios simbólicos, al manifestarse a favor del aborto estando embarazadas. Y embarazando por su parte a Guillermo Ochoa en televisión. Desestructurando roles de género en escenificaciones de bodas y quince años. Pinto Mi Raya ha recopilado y catalogado uno de los archivos culturales públicos más importantes del mundo. El Bar 9 posibilitó espacio de difusión y extroversión de la cultura homosexual reclamando derechos.
La ocupación de estos entes indivisibles fue la de reunirse al rededor de los otros, al rededor de un tercer motor del arte: el público y la discusión pública. Para los que nos encontramos en medio de nuestra salida del nido, que es la familia, y la exhibición de nuestros cuerpos en el muro del taxidermista, que es el museo, ¿estaremos reunidos ante los conflictos que se avecinan? ¿O sólo juntos? Reagrupémonos.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
24 de marzo 2015
El arte contemporáneo mantiene una relación vital con el sistema institucional y con los modelos de consumo. Tanto así que podemos afirmar que no hay arte contemporáneo sin instituciones.
También creo que no hay artista contemporáneo sin un círculo de parientes, amigos y vecinos entusiastas: el amigo con automóvil que te lleva con toda tu obra a una galería fuera de la ciudad; tu abuela que te presta dinero si te falta para ir al seminario; la tía que te busca talleres de escultura en bronce para que dejes de hacer ese arte político que le resulta tan naco, etc.
Cuando digo que este grupo es de entusiastas quiero decir que no tienen estudios especializados en arte. Y seguramente poco saben de videoarte, performance, arte objeto e instalaciones. Su participación en el proyecto personal del artista es plenamente sanguínea y emocional. Como dicta nuestra naturaleza: nos desprendemos gradualmente de ellos para acercarnos a los muros y luces alógenas que imaginamos para nosotros mismos.
Es curioso cómo dos motores del arte operan casi sin conocerse. Por un lado está el museo que legitima con su criogenia; y, por el otro, la familia que posibilita con su
incubación.
Durante su formación el artista se asocia con sus compañeros, con los estímulos de su escuela, con más banda a la que le gusta lo mismo. Durante su producción se agrupa porque así aprende a disentir. Y es que en México crear frentes, colectivos o agrupaciones artísticas como estrategia de procuración y debate es tradición.
Sin tener que ir muy -muy muy- lejos tomemos al Salón Independiente como ejemplo. Un grupo de artistas que renombrados en la escena nacional declinaron participar de las
Olimpiadas culturales de 1968 en un esfuerzo por contradecir la historiografía oficial que pretendía enunciarse como moderna. Posterior a la represión del 2 de octubre, alumnos de la ENAP y La Esmeralda se reunieron en torno a otros estudiantes para apoyar en la producción gráfica de volantes y carteles. Fotógrafos, cineastas, escritores y artistas plásticas hicieron lo propio desde sus plataformas de producción.
La importancia de los “grupos” se hizo evidente casi diez años después. Helen Escobedo (en ese entonces directora del Museo Universitario de Ciencias y Artes) resolvió
enviar a cuatro colectivos -no individuos- como representantes de México en la X Bienal de Jóvenes de París. Ya en los años ochenta, este tipo de esfuerzos reclamaban plenamente al espacio público como espacio de discusión. Y se procuraban sus propios y vírgenes públicos. Los Fotógrafos Independientes organizaban exposiciones callejeras en la Zona Rosa mientras que los de Março formulaban poemas urbanos con los transeúntes. "4
En los 90’s se orquestó un cambio de paradigma en el tránsito de informaciones e individuos atraído por el TLC y su supuesta nueva modernización. México se presentaba
como una posible base de operaciones para un circuito de arte global. Artistas jóvenes con distintos recorridos geográficos y sus jóvenes amigos extranjeros comenzaron a congregarse y a atraer públicos hacia espacios físicos. Pliegues entre propiedad privada e irreverencia que contaban con sus propios programas curatoriales. Gestionaban sus recursos y hasta emitían publicaciones de corto tiraje. La reacción de la historia oficial fue pasarlos por alto. Y muchas veces subestimados por el gremio artístico debido a su origen económico: nada humilde. Sin embargo, la persistencia de grupos-espacios como La Quiñonera, La Panadería y Temístocles 44 son importantísimos para comprender el modus operandi del arte contemporáneo en nuestro país.
Lo que me queda claro sobre la importancia de los grupos mexicanos en la historia reciente es su continuidad vía la formación. La formación de públicos y de nuevos artistas. El No Grupo preparó para todos el terreno para el ejercicio de los llamados no objetualismos. Polvo de Gallina Negra transgredió fuertemente la santidad de espacios simbólicos, al manifestarse a favor del aborto estando embarazadas. Y embarazando por su parte a Guillermo Ochoa en televisión. Desestructurando roles de género en escenificaciones de bodas y quince años. Pinto Mi Raya ha recopilado y catalogado uno de los archivos culturales públicos más importantes del mundo. El Bar 9 posibilitó espacio de difusión y extroversión de la cultura homosexual reclamando derechos.
La ocupación de estos entes indivisibles fue la de reunirse al rededor de los otros, al rededor de un tercer motor del arte: el público y la discusión pública. Para los que nos encontramos en medio de nuestra salida del nido, que es la familia, y la exhibición de nuestros cuerpos en el muro del taxidermista, que es el museo, ¿estaremos reunidos ante los conflictos que se avecinan? ¿O sólo juntos? Reagrupémonos.
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
24 de marzo 2015