Cuándo sucede el arte (Parte 2)
Entrevista con Itzia Fernández, Profesora-Investigadora invitada, UAM Cuajimalpa
Tomando en cuenta el peso que tiene el mito del cine nacional en nuestro imaginario patriótico, la gran cantidad de información audiovisual que se produce en el país y que consumimos desde el extranjero, así como el universo existente al rededor de las funciones otorgadas al cine y al video, me pareció indispensable reunirme con Itzia Fernández y discutir -brevemente- los escenarios de conservación y memoria de la producción audiovisual en México.
Egresada como socióloga de la UAM-Azcapotzalco, Itzia es curadora e investigadora en estudios cine y género, cine mudo, cine de reempleo, cine europeo y mexicano. Es Doctora en Estudios de Cine y del Audiovisual por la Universidad Paris 3 Sorbonne Nouvelle. Ha catalogado colecciones en la Cineteca Nacional y la Filmoteca de la UNAM. Ha realizado programas de cine, cursos y talleres en diversas instituciones en México y en París.
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En un escenario global, ¿quién es el enemigo natural de la memoria audiovisual?
Es su propia historia tecnológica. Es decir, el cine desde sus inicios tiene ciertos componentes físicos que generan su propio deterioro por su uso, descuido, no tener las condiciones y medidas de conservación adecuadas que ahora -120 años después- conocemos muchísimo mejor. De hecho hablar de audiovisual de la era analógica es hablar de materiales fotoquímicos que generan procesos de descomposición per se.
En el caso del audiovisual digital también hay procesos que no podemos controlar. Con frecuencia hay mitos sobre qué se conserva mejor. Sin duda tiene ciertas ventajas en el copiado aunque no necesariamente con la misma calidad. De todas maneras -hasta ahora- los mejores métodos de preservación sabemos que son analógicos. Las medidas y normas internacionales siguen favoreciendo la copia fotoquímica para garantizar su conservación.
¿Cómo afectan estas traducciones a la carga aurática del material?
Es contradictorio, todo el tiempo nos encontramos en una especia de paradoja. Hoy producimos más material audiovisual que nunca, incluso más de lo que tenemos conciencia. Sólo habría que pensar en la cantidad de contenido televisivo, el sector cinematográfico y la creación artística. Pocas veces el creador o productor piensa cómo se va a conservar ese material en el tiempo. Incluso la propia experiencia de proyección no es viable de conservar porque es algo que se vive literalmente in situ. Los materiales se van sumando a estas olas de destrucción, conscientes o inconscientes. Buenos ejemplos serían el nitrato y las transferencias a acetato y su síndrome de vinagre.
Por otro lado, la descomposición de los materiales a veces le da un aura de nostalgia por sus orígenes, por cómo se veía y cómo se puede ver hoy. Esto también ha sido objeto de intervención artística: Desde el ready-made, hasta trabajar las texturas, la decoloración, los efectos de descomposición sonora, etc. En realidad es algo que nos rebasa, los seres humanos producimos tanto material audiovisual como el que destruimos, en forma indirecta esto nos hace un favor pues no podríamos conservarlo todo. No hay recursos por más que hubiera una voluntad política adecuada. No quiere decir que simplemente seamos testigos impunes de la desaparición del material.
En tu experiencia, ¿qué le interesa conservar a la política nacional?
Eso finalmente tiene que ver con grupos de interés que favorecen que se salve o no la época de oro, el cine ficheras, la producción de artes visuales. Yo diría que en general las políticas públicas son erráticas, discontinuas y poco performativas. Ha habido buenos intentos. Con pocos recursos la Filmoteca de la UNAM ha hecho un excelente trabajo; la Cineteca Nacional, a momentos. Luego tienes todos estos archivos privados que van desaparecido y con fortuna van a dar a alguna de las anteriores. Frente a esto tenemos una proliferación de archivos fílmicos regionales y colecciones privadas, de individuos como Ezequiel Reyes, Andrés Pardo, Andrés Pulido quienes además gustan de intervenir su material y de usarlo en prácticas artísticas. Las Jornadas de Reapropiación tendrían mucho que ver con esto (este año cumplen su cuarta edición), de una u otra manera la ciudadanía se apropia de estos materiales adquiridos en mercados de pulgas, en ventas, en internet, etc. Siempre es contradictorio frente a políticas públicas que firman documentos y normativas internacionales que dictan velar por el patrimonio pero no hay resultados pues no hay racionalización de los procesos.
¿Qué pasa con un país o institución que no tiene clara una política de conservación?
Pierde su patrimonio irremediablemente. Muchas veces los investigadores seremos los primeros en confrontarnos con esas lagunas en la historia audiovisual. Quieres ver una película que fue un blockbuster o quieres ver una película que somatiza nuevos intereses con una lectura histórica, económica, estética y resulta que la copia -si está- está en pésimo estado, incompleta o no encuentras todas las versiones.
Haz trabajado como catalogadora para varias instituciones, podemos mencionar la Filmoteca de la UNAM y la Cineteca Nacional, ¿qué criterios tienen sus adquisiciones?
A nivel de adquisición siempre ha sido muy arbitrario pues las olas de destrucción son arbitrarias. Es decir, llega una colección porque se murió un periodista de espectáculos. Llega algo del AGN, de un expresidente o simplemente avisan de un laboratorio que van tirar algo que consideran basura. La política de adquisiciones es historia por hacerse, justo ahora se retiró a Paco Gaytán, el gran coleccionista de este país. Se han publicado algunas entrevistas y ahora se hace un documental, habría que analizar su historia para perfilar una historia del coleccionismo en México.
Al enfrentarte con el material que encuentras, ¿cuál es tu metodología?
Como estoy formada en estudios cinematográficos, en lo visual y en la archivística trabajo en tres ejes. Primero me encargo de describir el material: saber en qué formato está, su duración, características físicas, color, sonido, situación de conservación. A partir de ahí, hago una reconstrucción del material; es decir, un análisis. Privilegio ciertos aspectos en función de mis hipótesis de trabajo y después hago una interpretación. Digamos que con esta metodología poco importa si me gusta o no la película, lo importante es si me interesa para ciertos fines de investigación.
En tu diagnóstico, ¿bastaría con perfilar las políticas para mejorar la situación? ¿hay nuevas instituciones que deban ser creadas?…
Yo diría que más bien estamos asistiendo a la creación de archivos nuevos. Ha habido un auge importante en el país. No tiene muchos años que se creó la Cinemateca de Nuevo León, la de Zacatecas, a su manera la de Durango. Esto tiene mucho que ver con lo que pasó con la Filmoteca y la Cineteca en los años 60 y 70 con movimientos de cinéfilos, programadores, cine clubes, curadores y de los propios creadores -que son los menos-. Yo creo que crear más instituciones, estaría bien, por qué no, serán más que bienvenidas. En Tamaulipas y Chiapas hace mucha falta. En Oaxaca se quedaron sin sede cuando ya era un compromiso del gobierno actual. En fin, la gente que está conectada con festivales y con la circulación, los artistas y los museos están más involucrados. El problema es lograr reconocer el trabajo de los profesionales del sector, los que de facto se dedican a hacer todo esto, quienes tienen que retransmitir conocimientos y formar nuevas generaciones. Ese el gran affair a resolver.
Como bien lo señalas, el estudio del material audiovisual, artes visuales, no objetualismos, se enfrenta a la falta de archivos desde la creación y a la falta de profesionales que estudien los pocos archivos que existen, ¿cómo aprecias ese balance?
Creo que el escenario sigue cambiando. Ahora mismo estoy cerca de procesos de investigación a nivel posgrado en historia del arte que trabajan estas cuestiones. Siguen siendo pocos, quisiéramos que hubiera más. En la UAM hay preocupación por el archivo, su reempleo, aspectos jurídicos, el open source. La gente de Wikimedia y muchos creadores trabajan en esa dirección. Hay una cierta sinergia ahora en el FIC UNAM.
Estuve en un taller de conservación con los del IMCINE. Hay empresarios y servicios de postproducción preocupados. No es gratuito, hay un interés por hablar de esto y platear problemáticas, el gran dilema es el de trabajar juntos: academia, creadores y archivos. Mucho tendrá que ver con el desarrollo de programas de estudios. La licenciatura de bibliotecología en la UNAM ya tiene materias al respecto. Es histórico, no existían hace muy pocos años. Además se requiere especialización. Si no seguirá pasando que nos tenemos que ir fuera del país para hacerlo. No es que no haya nada en México, no es tan triste el panorama pero…
Es incipiente…
Es muy incipiente, insisto en que tiene que ver con la profesionalización del sector y es un tema mundial. El cuestionamiento en el sector archivístico de cine empezó en los 80’s. Eso no es nada en tiempos históricos, es un corto aliento con resultados que apenas se ven proliferar. <>
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
12 de mayo de 2015.
Entrevista con Itzia Fernández, Profesora-Investigadora invitada, UAM Cuajimalpa
Tomando en cuenta el peso que tiene el mito del cine nacional en nuestro imaginario patriótico, la gran cantidad de información audiovisual que se produce en el país y que consumimos desde el extranjero, así como el universo existente al rededor de las funciones otorgadas al cine y al video, me pareció indispensable reunirme con Itzia Fernández y discutir -brevemente- los escenarios de conservación y memoria de la producción audiovisual en México.
Egresada como socióloga de la UAM-Azcapotzalco, Itzia es curadora e investigadora en estudios cine y género, cine mudo, cine de reempleo, cine europeo y mexicano. Es Doctora en Estudios de Cine y del Audiovisual por la Universidad Paris 3 Sorbonne Nouvelle. Ha catalogado colecciones en la Cineteca Nacional y la Filmoteca de la UNAM. Ha realizado programas de cine, cursos y talleres en diversas instituciones en México y en París.
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En un escenario global, ¿quién es el enemigo natural de la memoria audiovisual?
Es su propia historia tecnológica. Es decir, el cine desde sus inicios tiene ciertos componentes físicos que generan su propio deterioro por su uso, descuido, no tener las condiciones y medidas de conservación adecuadas que ahora -120 años después- conocemos muchísimo mejor. De hecho hablar de audiovisual de la era analógica es hablar de materiales fotoquímicos que generan procesos de descomposición per se.
En el caso del audiovisual digital también hay procesos que no podemos controlar. Con frecuencia hay mitos sobre qué se conserva mejor. Sin duda tiene ciertas ventajas en el copiado aunque no necesariamente con la misma calidad. De todas maneras -hasta ahora- los mejores métodos de preservación sabemos que son analógicos. Las medidas y normas internacionales siguen favoreciendo la copia fotoquímica para garantizar su conservación.
¿Cómo afectan estas traducciones a la carga aurática del material?
Es contradictorio, todo el tiempo nos encontramos en una especia de paradoja. Hoy producimos más material audiovisual que nunca, incluso más de lo que tenemos conciencia. Sólo habría que pensar en la cantidad de contenido televisivo, el sector cinematográfico y la creación artística. Pocas veces el creador o productor piensa cómo se va a conservar ese material en el tiempo. Incluso la propia experiencia de proyección no es viable de conservar porque es algo que se vive literalmente in situ. Los materiales se van sumando a estas olas de destrucción, conscientes o inconscientes. Buenos ejemplos serían el nitrato y las transferencias a acetato y su síndrome de vinagre.
Por otro lado, la descomposición de los materiales a veces le da un aura de nostalgia por sus orígenes, por cómo se veía y cómo se puede ver hoy. Esto también ha sido objeto de intervención artística: Desde el ready-made, hasta trabajar las texturas, la decoloración, los efectos de descomposición sonora, etc. En realidad es algo que nos rebasa, los seres humanos producimos tanto material audiovisual como el que destruimos, en forma indirecta esto nos hace un favor pues no podríamos conservarlo todo. No hay recursos por más que hubiera una voluntad política adecuada. No quiere decir que simplemente seamos testigos impunes de la desaparición del material.
En tu experiencia, ¿qué le interesa conservar a la política nacional?
Eso finalmente tiene que ver con grupos de interés que favorecen que se salve o no la época de oro, el cine ficheras, la producción de artes visuales. Yo diría que en general las políticas públicas son erráticas, discontinuas y poco performativas. Ha habido buenos intentos. Con pocos recursos la Filmoteca de la UNAM ha hecho un excelente trabajo; la Cineteca Nacional, a momentos. Luego tienes todos estos archivos privados que van desaparecido y con fortuna van a dar a alguna de las anteriores. Frente a esto tenemos una proliferación de archivos fílmicos regionales y colecciones privadas, de individuos como Ezequiel Reyes, Andrés Pardo, Andrés Pulido quienes además gustan de intervenir su material y de usarlo en prácticas artísticas. Las Jornadas de Reapropiación tendrían mucho que ver con esto (este año cumplen su cuarta edición), de una u otra manera la ciudadanía se apropia de estos materiales adquiridos en mercados de pulgas, en ventas, en internet, etc. Siempre es contradictorio frente a políticas públicas que firman documentos y normativas internacionales que dictan velar por el patrimonio pero no hay resultados pues no hay racionalización de los procesos.
¿Qué pasa con un país o institución que no tiene clara una política de conservación?
Pierde su patrimonio irremediablemente. Muchas veces los investigadores seremos los primeros en confrontarnos con esas lagunas en la historia audiovisual. Quieres ver una película que fue un blockbuster o quieres ver una película que somatiza nuevos intereses con una lectura histórica, económica, estética y resulta que la copia -si está- está en pésimo estado, incompleta o no encuentras todas las versiones.
Haz trabajado como catalogadora para varias instituciones, podemos mencionar la Filmoteca de la UNAM y la Cineteca Nacional, ¿qué criterios tienen sus adquisiciones?
A nivel de adquisición siempre ha sido muy arbitrario pues las olas de destrucción son arbitrarias. Es decir, llega una colección porque se murió un periodista de espectáculos. Llega algo del AGN, de un expresidente o simplemente avisan de un laboratorio que van tirar algo que consideran basura. La política de adquisiciones es historia por hacerse, justo ahora se retiró a Paco Gaytán, el gran coleccionista de este país. Se han publicado algunas entrevistas y ahora se hace un documental, habría que analizar su historia para perfilar una historia del coleccionismo en México.
Al enfrentarte con el material que encuentras, ¿cuál es tu metodología?
Como estoy formada en estudios cinematográficos, en lo visual y en la archivística trabajo en tres ejes. Primero me encargo de describir el material: saber en qué formato está, su duración, características físicas, color, sonido, situación de conservación. A partir de ahí, hago una reconstrucción del material; es decir, un análisis. Privilegio ciertos aspectos en función de mis hipótesis de trabajo y después hago una interpretación. Digamos que con esta metodología poco importa si me gusta o no la película, lo importante es si me interesa para ciertos fines de investigación.
En tu diagnóstico, ¿bastaría con perfilar las políticas para mejorar la situación? ¿hay nuevas instituciones que deban ser creadas?…
Yo diría que más bien estamos asistiendo a la creación de archivos nuevos. Ha habido un auge importante en el país. No tiene muchos años que se creó la Cinemateca de Nuevo León, la de Zacatecas, a su manera la de Durango. Esto tiene mucho que ver con lo que pasó con la Filmoteca y la Cineteca en los años 60 y 70 con movimientos de cinéfilos, programadores, cine clubes, curadores y de los propios creadores -que son los menos-. Yo creo que crear más instituciones, estaría bien, por qué no, serán más que bienvenidas. En Tamaulipas y Chiapas hace mucha falta. En Oaxaca se quedaron sin sede cuando ya era un compromiso del gobierno actual. En fin, la gente que está conectada con festivales y con la circulación, los artistas y los museos están más involucrados. El problema es lograr reconocer el trabajo de los profesionales del sector, los que de facto se dedican a hacer todo esto, quienes tienen que retransmitir conocimientos y formar nuevas generaciones. Ese el gran affair a resolver.
Como bien lo señalas, el estudio del material audiovisual, artes visuales, no objetualismos, se enfrenta a la falta de archivos desde la creación y a la falta de profesionales que estudien los pocos archivos que existen, ¿cómo aprecias ese balance?
Creo que el escenario sigue cambiando. Ahora mismo estoy cerca de procesos de investigación a nivel posgrado en historia del arte que trabajan estas cuestiones. Siguen siendo pocos, quisiéramos que hubiera más. En la UAM hay preocupación por el archivo, su reempleo, aspectos jurídicos, el open source. La gente de Wikimedia y muchos creadores trabajan en esa dirección. Hay una cierta sinergia ahora en el FIC UNAM.
Estuve en un taller de conservación con los del IMCINE. Hay empresarios y servicios de postproducción preocupados. No es gratuito, hay un interés por hablar de esto y platear problemáticas, el gran dilema es el de trabajar juntos: academia, creadores y archivos. Mucho tendrá que ver con el desarrollo de programas de estudios. La licenciatura de bibliotecología en la UNAM ya tiene materias al respecto. Es histórico, no existían hace muy pocos años. Además se requiere especialización. Si no seguirá pasando que nos tenemos que ir fuera del país para hacerlo. No es que no haya nada en México, no es tan triste el panorama pero…
Es incipiente…
Es muy incipiente, insisto en que tiene que ver con la profesionalización del sector y es un tema mundial. El cuestionamiento en el sector archivístico de cine empezó en los 80’s. Eso no es nada en tiempos históricos, es un corto aliento con resultados que apenas se ven proliferar. <>
Suplemento cultural ARTERIA | El Sol de Tlaxcala
12 de mayo de 2015.